03 octubre 2021

LA "SUPERIORIDAD" MORAL DE LA IZQUIERDA

La tan manida superioridad moral de la izquierda pudo explicar, durante mucho tiempo, el éxito de los movimientos progresistas entre un determinado tipo de electorado: personas de origen humilde, trabajadoras, cuya única riqueza era su integridad personal y que agradecían la existencia de movimientos políticos y sociales que se acercaran a su realidad, la entendieran y lucharan por su mejora.

Bien es cierto que las élites dirigentes de estas organizaciones solían proceder de sectores más privilegiados, pero capaces de dejar a un lado su origen y de acompañar en su trayectoria a las clases sociales de las que hablamos, y en las que cabrían proletarios, campesinos, pequeños propietarios, empleados y tantas y tantas gentes que hicieron al PSOE, por citar un caso, un partido con capacidad de gobernar y de provocar un cambio social en España.

Paradójicamente, la "superioridad" moral de la izquierda, y ahora entre comillas, es hoy en día la causante de la desafección de parte del electorado tradicionalmente de izquierdas e, indirectamente, del auge de ciertas posturas situadas en la derecha más extrema de nuestro espectro político.

Esta "superioridad" moral de una izquierda urbana, laica, verde, en cuyas filas abundan funcionarios y empleados con cierta seguridad laboral, desprecia costumbres, tradiciones, creencias, oficios... sin hacer nada por intentar comprender su razón de ser. 

De este modo, se rechaza la caza; se olvida a amplios sectores de creyentes que tradicionalmente han votado izquierda; se rechaza a taxistas, pequeños comerciantes y empresarios, por representar el capital... Y tantos y tantos ejemplos que reflejan una supuesta "superioridad" que no hace sino echar en brazos de partidos extremistas a aficionados a los toros, cazadores, dueños de humildes negocios, que no entienden qué han hecho de malo para ser rechazados por este nuevo dogmatismo.

Hasta que no volvamos a entender que la auténtica superioridad es no sentirse superior a ningún otro ser humano, no volveremos a recuperar la autoridad ética y moral que ha sido siempre seña de identidad de la izquierda.


10 abril 2021

BENDITOS Y NECESARIOS TONTOS

La pandemia que nos ha tocado vivir y las restricciones adoptadas para combatirla han hecho aflorar un buen número de nuevos tontos, que se han venido a añadir a la extensa lista existente con anterioridad.

Me refiero a esas personas que cumplen más o menos escrupulosamente con lo que se pide a la ciudadanía y que han de aguantar una y otra vez que se les llame tontos: tú eres tonto, yo voy al pueblo y no pasa nada; tú eres tonto, esto del cierre de tu barrio no lo cumple nadie; tú eres tonto, ¿quién va a saber que hemos quedado en tu casa a ver el partido?...

Son las mismas gentes, las buenas gentes, que respetan los límites de velocidad en las carreteras, que  respetan las colas, que no piratean la señal de la tele de pago, que piden el IVA en las facturas: los tontos, calificados una y otra vez de esa manera por amigos y familiares para los que lo normal es precisamente lo contrario.

Y es necesario que, de una vez, los tontos, benditos y necesarios tontos, sean reconocidos socialmente. Que se aplauda su civismo y se destaquen sus acciones.

Y es necesario también que los líderes sean tontos. Que no mientan, descalifiquen, lancen bulos: la política no puede ser así.

¡Ojalá hubiera más TONTOS, con mayúscula, en España!

17 enero 2021

EL SOCIALISMO DE LOS MODESTOS

La base social del PSOE ha estado siempre entre los sectores más modestos de nuestra sociedad. No quiero decir que se trate exactamente de personas pobres, pero sí de ciudadanos humildes, de a pie, muy alejados de los círculos de las élites que ostentan el poder político o económico. Me da igual que nos refiramos a ellos como obreros, campesinos o clases medias: se trata, como digo, de un sector de la población muy fiel al Partido Socialista Obrero Español, con el que se sienten identificados en la defensa de unos valores de solidaridad, progreso y justicia social que entienden como propios.

Algo que refleja muy bien el cartel de la campaña electoral de 1977, y que conocemos los que hemos militado en agrupaciones de barrio o de pueblos, donde el entusiasmo de taxistas, obreros de la construcción, pequeños comerciantes, maestros... sacaban adelante las campañas electorales y hacían posible que los socialistas gobernaran pueblos, ciudades e incluso España.

Una base social muy alejada de los socialistas de nuevo cuño que llegan a las agrupaciones con zapatos italianos y trajes cortados a medida, a bordo de automóviles de alta gama. De esos socialistas que no se han pateado las calles, cubo y escoba en mano, para pegar carteles. Que nunca han vivido lo que se siente tras una derrota electoral en su taxi, en la obra, en su comercio...

Esa base social de los modestos que está desapareciendo de nuestras agrupaciones por cuestión generacional y cuya pérdida puede ayudarnos a explicar por qué en algunas plazas la victoria se ha ido alejando elección tras elección de las candidaturas socialistas.