Una de las características de un blog es la necesidad de actualización: sin actualizaciones periódicas el blog deja de ser un elemento vivo de comunicación para convertirse en una especie de cementerio de ideas, lanzadas en un momento determinado y condenadas a dormir el sueño de los justos en ese lugar indeterminado que se conoce como la “nube”.
Este blog adolece de esa falta de actualización: las ocupaciones personales, que ocupan el tiempo de uno, y la desidia, la dejadez o la desilusión ante determinadas situaciones explican este abandono, aunque no lo justifican.
Muchos han sido los temas importantes para un socialista en este largo período durante el que no he escrito ni una entrada: los ajustes económicos del último período del gobierno de Zapatero, el movimiento del 15-M, las elecciones generales, la tremenda derrota de las listas del PSOE en dichas elecciones, la grave crisis del partido, etc.
Todos estos temas exigen una profunda reflexión que permita conocer la realidad, formarse una opinión y pensar en soluciones. No me ha sido fácil, en pasado, ni lo es, en presente, analizar estos acontecimientos y he de confesar que sigo perplejo y sumido en la confusión.
No obstante, tras la esperanza que parecía suponer la tan defendida renovación del partido a partir de la convocatoria del próximo congreso extraordinario empiezo a sentir una decepción cada vez mayor, ante la falta de coherencia entre los postulados teóricos del PSOE (democracia interna, atención a las demandas de la sociedad, renovación…) y la realidad del desarrollo del proceso congresual.
A este respecto no puedo sino compartir lo expresado por Josep Ramoneda en su artículo PSOE: reformismo e ideología, publicado en la edición de ayer (jueves 26 de enero) de El País y al que se puede acceder pinchando en el enlace situado en el propio título. Muy en especial quiero destacar el siguiente párrafo:
La lucha por la secretaría general del PSOE se ha convertido en una pelea subterránea a la caza del voto del delegado. Es lo que ocurre en estas votaciones con un censo tan pequeño y más representativo de las miserias internas de los partidos que de los intereses generales de la sociedad. Estas pugnas dejan huella porque los candidatos ofrecen promesas y componendas que se traducen después en la composición de los órganos de gobierno del partido y en el reparto del poder regional. Es un proceso muy endogámico, nada edificante, en el que las rencillas en los aparatos locales y regionales y los ajustes de cuentas familiares juegan un importante papel. Se habla mucho de apertura a la sociedad, pero el secretario general será elegido, una vez más, por un puñado de representantes de la militancia escogidos en los espacios viciados de la politiquería de partido. La consecuencia es que las propuestas y los contenidos pierden cada vez más relevancia en beneficio de las relaciones de poder internas de la organización.
Luchas de poder, componendas, promesas… son algo común a todo tipo de organizaciones: así lo pude comprobar, in situ, durante el proceso de elección del secretario general de una pequeña federación de uno de los principales sindicatos de clase y ahora lo observo, desde la distancia, en el seno del PSOE. Algo que no es de extrañar, ya que el PSOE se define como partido de gobierno, o, lo que es lo mismo, como un partido que tiene mucho poder que repartir en los momentos de bonanza y demasiados cargos a recolocar en los de tormenta. Cargos que ya ni ocultan ante las bases, las pocas ocasiones en que se presentan en las agrupaciones, su gusto ostentoso por buenos trajes, buenos coches, buenos teléfonos y demás signos exteriores de posición social: no extraña que se oiga entre los militantes de a pie decir que qué poco identificados se sienten con esos “compañeros” que ostentan puestos de responsabilidad.
Por otro lado, y volviendo al congreso extraordinario, no deja de sorprender que candidatos tan involucrados en el anterior gobierno pretendan separarse ahora de las decisiones tomadas por aquel, olvidando su paso por el poder y su claro idilio con Zapatero y sus políticas.
Vuelvo, para concluir, al título de este blog, Cristiano y socialista: lo primero lo intento seguir siendo, lo segundo, al menos en el seno del PSOE, queda cada vez más en el aire.
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